Así de sencillo...



Hubo un hombre que, desesperado, había perdido toda su fe en el amor. Había decidido no volver a bajar la guardia nunca más. Había preferido disfrutar de su soledad antes que entregarle lo mejor de su ser a una mujer que volviese a desencantarlo. Al mismo tiempo, en otro lugar, una mujer había llegado a idéntica conclusión. Ambos vagaban en mundos paralelos, unidos por un hilo invisible cargado de vacío. Un día, en otro lugar, se encontraron. Se conocieron, charlaron, se hicieron grandes amigos. Tras varios meses de amistad, el hombre, en un arrebato de valor, decidió confesar a la mujer lo bien que se sentía con ella y todo lo que había en el renacido por el hecho de haber compartido aquellos últimos meses. La mujer confesó sentirse igual, y ambos decidieron comenzar una nueva historia de amor. (...) . Habían pasado ya varios meses viviendo juntos el día que el hombre decidió dar un paseo por playa en una noche de primavera. Pero ese día cambiaría su destino. Mientras contemplaba el cielo, una estrella muy brillante bajo y se suspendió encima de sus manos. El hombre, embriagado de felicidad, corrió y corrió para mostrarle cuanto antes aquel milagro a su nuevo amor. Cuando llego a casa está lo contempló asombrada, y el hombre, con la brillante estrella en su mano, decidió ofrecérsela como muestra de agradecimiento por haberle hecho recuperar lo que parecía para siempre perdido. Estiró sus bazos hacía ella con la estrella entre sus manos. Ella estiró también sus brazos, y en el momento de alcanzarla, ella dudó. Cuando la estrella formaba parte ya de su tacto, esta se apago, perdió todo su color y cayo al suelo, rompiéndose. Y es que el hombre había vuelto a cometer el mismo error que le había hecho perder la fe en el amor. Pues no había perdido tal cosa, simplemente había regalado su felicidad a otra persona. Había dejado en mano ajena todo aquello que lo había hecho brillar con luz propia. Por eso, cuando encuentres tu estrella, guárdala contigo como el mejor tesoro del mundo, pues el brillo que resplandecerá cuando seas el dueño de tu felicidad es lo que provocará felicidad en aquellos que te acompañen.



3 Berridos:

Nicosmonautor 2:44 p. m.  

Por supuesto, esto no es una idea mia. Tengo entendido que este cuento con moraleja es más viejo que los pezones de Nefertiti...

yayo 2:53 p. m.  

Muy buen texto. Los sueños son únicos e intransferibles, es más, seguranmente cuando se transforman en realidad dejan de hacernos sentir tan bien. Al igual que las fantasías sexuales nunca deberían de hacerse reales para no perder nunca la ilusión por alacanzarlas.
Si alguna vez te dan la opción de cumplir tus sueños, guardate uno para cumplir por ti mismo sino te sentiras el más desgraciado del mundo.
No tenia la dosis, perdón.

Nicosmonautor 11:49 p. m.  

Que va Yayo, lo que dices tiene muchisimo sentido. Por lo menos para mi en este momento. Sólo te puedo dar las gracias...

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