Don Quijote J. Reilly


# Un día escuche que había una técnica de meditación cojonuda, la cual consistía en que lo primero que un@ debía hacer al despertarse era reirse como un puto cabrón. Hoy me desperté con la cabeza como dos bombos NO sincronizados y la lengua como una alpargata resquemada, y tratando de hacer menos dura la resaca me leí el ultimo artículo fotologuero de Kaskete, alias Don Quijote J. Reilly. Y bueno, podría decir que tengo la cabeza como dos bombos NO sincronizados y la lengua como una alpargata resquemada. Por lo pronto tendré que continuar mi busqueda de la "piedra resacal" y dejarme de tanto puto rollo, que parezco un Boomer Kilométrico. Con todos ustedes, como cada Miercoles, El Gran Kaskete. #



Los trinos, los semitrinos y los bucólicos gorgoritos de los lindos y frágiles cuquillos, seguro que en un plano campestre de un melodrama cinematográfico de Jose Luis Garci quedan estupendamente bien; pero para una persona limpia y adecentada como yo que pasa gran parte de su tiempo en un mísero cubículo, estudiando, leyendo, escribiendo y, en la medida en que su Estatuto Profesional me lo permite, tocándome los cojones a dos manos, el hecho de tener las 89 horas del día no una legión, sino una pléyade de pajarracos, no piando, sino graznando bulliciosamente a modo de escandalera infame en mi propia terraza, puede hacer que, en ocasiones, tome decisiones mas con el corazón que con la cabeza, olvidando, por ende, el raciocinio para dejar paso al apasionamiento, que inexorablemente provoca ciertas situaciones comprometedoramente inverosímiles.

Y es que la impresión que tengo yo de un tiempo a esta parte, no es que haya anidado en mi tejado una pequeña familia de pájaros, sino que lo han hecho todos los de la comarca y, por si el acto delictual de ocupar una propiedad ajena a la par que privada les supiera a poco, bajan a cachondearse a mi terraza, a piarme en la cara como diciendo: "tooooontoooo, toooontoooo", con cantinela y soniquete incluido.
Evidentemente, después de ni se sabe cuantos días, con sus a saber cuantas noches, de obstinato graznil, uno acaba por perder los papeles. Hace unos días ya no pude mas, desesperado, salí a la terraza a increparles y, dirigiéndome hacia ellos muy cortésmente, esto fue lo que ocurrió:

- Kaskete.- ¡Hijos de puta! ¡Os voy a rajar vuestro puto culo blanco!
- Un señor que pasaba por la calle.- Disculpe... ¿Me dice a mi?
- Kaskete.- No señor mío, le digo a los pájaros.
- Un señor que pasaba por la calle.- Pero muchacho, respeta a los pajarillos, que también son criaturitas de dios.
- Kaskete.- ¡Váyase usté a la mierda, caballero!

Sabe Dios, o como lo llamáis los jóvenes de ahora, Jesusito de mi vida, que soy hombre ponderado, que hago constante gala de mesura y buenas formas, pero hay situaciones por las que incluso un niñito como yo, inocente y de buen corazón que no conoce la malicia, se puede ver sobrepasado.

Posteriormente, y tras verme mi madre (que por cierto es una santa) cabizbajo y ojeroso, se dirigió a mi y en estos términos conversamos:

- La Mari.- ¿Que haces ahí encerrado a cal y canto en tu habitación? ¡Que te vas a cocer con este calor! ¿No estarás otra vez escribiendo una obra de teatro a la luz de un candil?
- Kaskete.- Es que no quiero abrir puertas y ventanas, porque los malditos pájaros no dejan que me concentre.
- La Mari.- Leñe... ¡Pues dales un cogotazo y los echamos al cocido!
- Kaskete.- Es que tienen poca chicha, los hijos de viuda.
- La Mari.- Algo tendrán, que si no la gente no comería los típicos pajaritos fritos. Además, si les damos para el pelo matamos dos pájaros de un tiro, valgan las cosas de valer.
- Kaskete.- Pues tiene usté razón madre... ¡Tráigame la escopetilla!

Y así pasamos los días en mi humilde morada, entre graznidos, conversaciones inverosímiles, pájaros de mal agüero... ¡y perdigonás de sal!

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