Cálculo Renal




Hola amigos:

He tenido la suerte o la desgracia de padecer un cólico renal. Sí, eso. O dicho de otro modo, una piedra que, originada en mi riñón, pretende escapar por ínfimos conductos comunicantes con el vater. “Pronto podrás ver el mundo!”, le decía yo mientras agonizaba ayer por la noche. Algunos pensareis como puedo llegar a catalogar como afortunado este suceso, así que trataré de satisfacer la curiosidad de aquellos que no han supuesto. La razón es que hay momentos de tu vida en que cada despertar no es más que otro nuevo día, otra lucha, otra oportunidad u otra excusa barata. Personalmente tuve días en que ni siquiera sentí nada. Pero es difícil describir un nuevo despertar tras una horrible noche de dolor. Es algo así como sentarse con una sonrisa de gilipollas saboreando el placer del bienestar que causa el que un dolor se haya desvanecido. Y durante esos minutos, nada más existe. Ni el sistema, ni la Franja de Gaza, ni el amor, ni el desamor, ni el Informe semanal ni mi querida Abuela. Nada. xD. Solos mi sonrisa de Gilipollas y yo (…) Amigos para siempre, asintiendo al infinito.

(…) Todo comenzó, irónicamente, la noche del martes 13. xD. Mientras me encontraba visualizando unos capítulos de GTO hubo un par de coñas excesivamente graciosas, lo que creo que prendió la chispa en mi riñón. Tratando de no dejarme llevar por el pánico del momento decidí darme unos paseos pasa estudiar como el dolor se comportaba. Tras una hora de caminata a ritmos diferenciados, estiramientos taoistas, meditación profunda y contrastadas técnicas de respiración decidí que no había otra opción. A Urgencias.

Mi padre se prestó voluntario. Como primer obstáculo nos encontramos con un apagón general y, mientras a la luz de un nokia yo trataba de encestar mis vómitos en el excusado, él provocaba el balanceo de la lámpara de la entrada con un genial remate de cabeza en su particular odisea buscando las llaves del coche. Recordemos también que era presa de otro tipo de despertar, que nos es otro que aquel que me gusta etiquetar como “¿Por Qué a mi y ahora?”.

El siguiente subobstaculo fue debido al apagón general, y es que fuera de todas nuestras previsiones, la puerta del garaje es eléctrica, con lo que no nos quedaron más medallones que buscar un taxi abrigados por el incesante frescor del húmedo invierno en Vigo. Y allí estábamos caminando. Mi padre con cara de sobao pasiego con el brazo al quite de la primera luz verde que otease en el horizonte, y yo, cual palmera desolada, paseando mi dolor con un gesto mezcla de Andres Inisesta y el padre del portero de “Aquí no hay quien viva”. Mas se hizo la luz verde y todo parecía más cercano.

Mas la luz verde se torno en el rojo de todos lo putos semáforos de la ciudad. Fue cuando ambos demostramos el poder de la genética, suspirando al unísono dejándonos llevar por el sabor de la rendición, y decidimos dejarnos llevar por una filosofía tan tocacojones como real, el aceptar las cosas como vengan.

Ya en Urgencias me dio por recordar a House, Anatomía de Grey, Urgencias y Hospital Central. Y ya en el mundo real pude comprobar que todo lejos de cualquier plató, pues allí no había ni Cristian. Ni un alma. Así que presa del descontrol decidí gritar enfurecido, momento en el que aparecieron de una especie de rincón VIP varios ATSes, enfermeras y el médico de turno. Mi rostro desarticulado provoco prisas entre el personal y acudieron a socorrerme rápidamente, instalándome en una de esas acogedoras salas de urgencias, uno de esos lugares que despiertan en uno esas recurridas ganas de quitarse la vida en el intento. Pero debía sentirme afortunado, iba a ser tratado de mi dolor.

Dos enfermeras y mi padre me acompañaban en mi particular infierno. El médico de Guardia entro decidido a reconocerme y, mientras me retorcía en la camilla para tratar de encontrar la posición menos incomoda, me preguntó si sentía algún dolor. Tras recibir una respuesta de mis ojos inyectados en sangre estableció un diagnostico que le comunicó a las enfermeras. Una de ellas era la encargada de administrarme suero fisiológico y el ansiado opiáceo por el que suspiraba una hora antes en el taxi. Y aquí surge el obstáculo final, pues mientras preparaba la aguja para administrarme el tratamiento, un accidente provocó que se pinchase a ella misma.

Levante la mirada tímidamente para observar como un par de gotas de sangre salían de su dedo índice, momento en que todo el personal del hospital se apresuró a socorrerla, dejándome olvidado en aquel rincón de la nada profunda donde sólo me apetecía romper a llorar. Fue el primer momento en que miré a mi padre, que con gesto tranquilo me sonrió, y elevando los hombros dejo patente lo que había decidido nuestro inconsciente en aquel taxi… “aceptémoslo como viene”…me sentí un poco más tranquilo y ,con mi mano en el riñón, asentí.

Y ese fue el primer recuerdo que me vino a la cabeza tras la noche de ayer, cuando hoy por la mañana me sentía afortunado por haber sido victima de un cálculo renal.


Saludos a todos

Pd: “La salud es lo primero”


2 Berridos:

yayo 8:33 p. m.  

Nico siento mucho lo de tu cálculo.
Debe ser un dolor terrible. Una de las características es que no hay postura que calme el dolor como tu dices.
Sin disculpar a la enfremera que se pinchó, pincharse coon la aguja de un paciente te supone 6 meses de angustia y de analisis hasta saber que estas límpio.
Para terminar espero que no tengas un problema como este de nuevo pero lo cuentas de una forma tan genial que la maldad lucha en mi interior.
Me alegro que estes bien.
Saludos

yayo 1:10 p. m.  

Aunque no lo creas, este es un cálculo renal.
Seguro que el tuyo no es así tranquilo.
http://www.monstersandcritics.com/people/bizarre/features/article_1454645.php/In_photos_Hungary_-_Huge_Kidney_Stone?page=2

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